Dejarse en un paralelísmo inconcluso, donde las formas cambian a cada segundo, dejarse mintiendo, satifasiendo monumentos inmaculados. Mirando de reojo ese cuarto tras las rejas impuestas por uno mismo o quién sabe. Cambiando de traje, solo para vernos maravillosamente lindas, imaginando que somos un objeto calamitoso donde el que se acerque puede terminar huyendo tras un bosque y perderse. Ese bosque de a dos, donde ese dos quedó tras un árbol caído y solo puede ver el sol en la noche y la luna en el reflejo un agua sucia. Dejarse en un oído sordo, donde sin querer escuchamos frases malgastadas, que no queremos oír, salvo por las noches, donde se vuelve densa junto a la almohada.
Distorsión de sintonías.
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